Bioética en la representación cinematográfica

Durante varias décadas, ocultar la muerte ha tenido que ver con la promoción de un estado de permanente optimismo,  adecuado a la atmósfera de consumo y confianza que sostiene la economía y la lógica capitalista.

La naturaleza, sin embargo, siempre termina imponiéndose. Un virus microscópico puede poner en evidencia toda la narrativa construida para hacernos olvidar la fragilidad de los cuerpos y la transitoriedad de la existencia.

Resulta muy revelador comprobar cómo históricamente se ha expuesto el debate bioético en torno a la muerte digna en la ficción. Desde 1981, con ‘Whose life is it anyway’, basada en el texto teatral de Brian Clarck, hasta las más cercanas ‘Mar  dentro’, estrenada en 2004 y firmada por Alejandro Amenabar, o ‘Chronick’, realizada en 2015 por Michael Franco, el debate se sitúa en colectivos cuya voluntad de morir resultaba comprensible por su condición.

Personalmente, considero esta reducción doblemente peligrosa y he tratado de alejarme de ella. Por un lado, en mi trayectoria he trabajado con colectivos afectados por dolencias graves y limitaciones físicas muy severas que reivindican su pleno acceso a la vida. En el otro extremo, en los últimos años hemos asistido a casos como el de Noa Pothoven, una joven físicamente sana, pero moralmente devastada, que reclama el derecho al suicidio asistido.

Ciertamente, el debate bioético en torno a la muerte digna no puede reducirse a un colectivo cuya muerte pueda considerarse “lógica”, “comprensible” o incluso “deseable”. Sabemos que la sombra de la eugenesia planea sobre esas consideraciones y debemos por consiguiente abordar el tema de forma valiente y amplia. Superar el actual punto de partida: “la eutanasia para unos pocos”. Eso es lo que he tratado de sugerir en el guion de ‘Armugán’, aún al precio de violentar la poética de un film que podría haberse limitado a plantear lo accesible, en lugar de perturbar su propia lírica y precipitarse hacia dolorosos  territorios de difícil trasiego.

De este modo, ‘Armugán’ no persigue una verdad unidireccional. La confrontación silenciosa entre los personajes de Armugán y Anchel muestra formas distintas de contemplar la vida, ya sea como un ciclo en permanente transformación o una realidad inscrita en la temporalidad de un cuerpo y una identidad personal. Efectivamente existe una dimensión que traspasa los límites de la ciencia en este debate. Es precisamente el territorio que confronta el personaje de Armugán la posición aterialista de Anchel.

Para Armugán, el oficio de acabador cristaliza “en ese instante en que el amor vence a la muerte”, mientras que para Anchel “la muerte es la cura para la vida”, para una vida convertida en una condena añadiría. La tensión entre esas dos posiciones es la que proyecta y da sentido a esta película.

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Armugán - El último acabador